martes, 15 de diciembre de 2009

Causalidades navideñas

Ayer, día de nieve y frío siberiano, me pasó algo muy bonito. Me dirigía a pie a un sitio al que estoy harta de saber ir, y de repente me desorienté; me dio la impresión de que el sitio estaba más adelante de lo que realmente estaba, y me pasé de largo sin darme cuenta. Miantras caminaba, pasé al lado de una chica con gorrito y pantalón vaquero que estaba pidiendo, arrodillada en el suelo, con los brazos en cruz, y sin duda alguna completamente helada. Me dio mucha pena porque de verdad hacía muchísimo frío; así que entré a una cafetería y le llevé un café bien caliente para que se templara un poco. Era extranjera y no nos pudimos decir mucho más allá de "toma, debes de estar helada", "oh, muchas gracias", "toma, el azúcar", "sí, sí, muchas gracias", pero cuando le puse el vaso de café en las manos me dedicó una sonrisa que me iluminó el día. Curiosamente, nada más darle el café, fue cuando me di cuenta de que me había pasado de largo del sitio al que iba.

Podría una pensar que el hecho de desorientarse fue cosa del destino, y que ocurrió precisamente para que pudiera llevarle un café a esa chica y sacarle una sonrisa que probablemente le hacia falta tanto como el calor del café; otros podrían decir, simplemente, ¡qué casualidad más afortunada! Y a lo mejor algún insensible diría que todo esto es una bobada. Yo no lo sé; mi impresión me la guardo, y me quedo con la sensación. Cuando acabé mis gestiones y volví a pasar por allí, la chica me reconoció (a mí, o más probablemente a mi gorrito violeta), me saludó y me volvió a sonreír, y qué queréis que os diga, a mí la anécdota, ya que estamos hablando de frío y de calor, me llenó de calor humano.

Así que me siento con el suficiente espíritu navideño como para desearos felices fiestas con el espíritu adecuado. ¡Feliz Navidad! ¡Feliz solsticio!

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